Retratos, por Cristina Guerrero
I.-
Dos vueltas de cordón umbilical alrededor del cuello,
y yo me quedo sin pelo (se cae
se cae)
Me dicen que respira,
pero yo no me noto los pulmones.
Hay una botella vacía sobre la mesa
y la sangre aún cae de mi sexo.
Me dicen que se parece a mí,
pero aún no le he visto.
Sé que se llama “él”,
pero también sé que esta camilla
se mueve,
que hace frío,
y que yo
ya no veo.
II.-
Tengo 17 años y una piel lechosa.
Me juzgas por las manos que me tocan
me juzgas por las manos que deseo.
Mis labios están sellados y mi lengua
ya no aguanta más.
Tengo 17 años y voz de niña, y aún así
mides mi nombre en hombres:
Soy Cristina,
No Jorge
no Alejandro
no ellos.
Soy Cristina,
la de las venas azules y las calcetas negras.
Soy Cristina,
la que se besa con mujeres.
Soy Cristina,
la que teme que su piel sea el pasaporte del varón,
y sus ojos llorosos,
el silencio de sus hermanas.
III.-
No soy la carne blanca entre tus dientes. Soy una coraza de hierro que no se separa de mis huesos.
Soy manos manchadas que no sabes diferenciar del polvo.
Soy una tormenta que se cobra la vida de cualquier barco que me roce.
Soy máquina
soy fuego
soy un animal.
No podrás amansar a la fiera que merodea por mi estómago.
Atrévete a llamarme valiente. Valiente de víctima, de victoria, de viento, de vagina.
Me miras con los ojos de la pena, como si dijeses
“Pobre de la mujer,
cuerpo que sangra y duele”.
Y yo, con la piel de lava,
respondo:
“pobre del hombre,
que soy yo,
el cuerpo que te sangra y que te duele.”