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I. Relato de Sonia Sanz


"Estoy hecha de palabras; historias, ruinas y miserias, hambre de amor, soledad y compromiso. Escribo porque no sé hacer otra cosa. Ojalá te llegue al corazón." - Sonia Sanz.

Encuentro tu mirada perdida en el último rincón de la barra de un bar. Pareces tan desvencijada como todo lo que nos rodea, desprendiendo un ligero brillo, casi angelical, ese que va siempre unido a la belleza decadente. Y es que tus ojos se hunden en el fondo de una cerveza, que todavía no has tocado, enquistados de tristeza, como si un lobo hambriento se hubiese asomado al interior de tu mirada, llevándose consigo el color de tu iris y dejándote tan solo la negrura de las pupilas. Me pregunto quién habrá sido ese lobo. Si tal vez fue un tío paterno, que, con el aliento apestando a Bourbon, aplastó las rosas rojas que crecían en tus mejillas, convirtiéndote solo en una espina. O quizá tu primer novio, que como el buen cabrón que era supo ver en ti todos los huecos, las heridas y las cicatrices y aprovecharse de ello hasta dejarte yerma. Sé que, en realidad, la oscuridad de tu pesar es una suma de todos ellos, de los que han ido apaleando tu espíritu y reduciéndote a una mancha en medio de ninguna parte. Veo como arqueas tus hombros intentando meterte en ti misma, y cómo mueves los dedos, largos y gráciles, una y otra vez, tan nerviosa que dudo que te des cuenta de lo que estás haciendo, porque ya estás demasiado familiarizada con ese pinchazo de huida inquieta que te atenaza los músculos.

Quiero acercarme a ti, pero sé que te irás. Eres un animal herido y no dudarás en atacarme si te sientes amenazada. Y el azul que tiñe tu rostro es fiel testigo de que el mundo es una amenaza para ti. No puedo más que tirar otra cerveza para el Gordo, sentado en su taburete de siempre, contando la misma historia, y fregar con la bayeta la espuma que he derramado. Pese al tiempo que llevo detrás de la barra, aún sigo sin saber tirar bien una caña. Imagino que somos lo mismo, tú y yo. Por mucho que lo intentemos, el vaso de la vida sigue escurriéndose en nuestros dedos llenando de cristales el suelo y cortando sin un ápice de lamento las plantas desnudas de nuestros pies.

Entonces levantas la mirada y me clavas los ojos, de frente, con orgullo, alevosía y ensañamiento. Me miras directamente al fondo del tuétano, buscando algo que sabes que no está ahí. Pero yo te veo, valiente, irreductible, mujer y sé que, a pesar de todo, seguirás saliendo a beber cerveza en cualquier bar, aunque fuera el cielo se caiga.


Fotografía de Sonia Sanz Canalejas.

Más textos de Sonia en su blog: http://caosyotrosdelirios.blogspot.com.es/

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